Comentario
El origen del conflicto con Tarento y la Magna Grecia se plantea de forma indirecta. El punto de partida es la insurrección de la Lucania que, en las guerras romano-samnitas, había estado de parte de Roma y contribuido en gran medida al resultado de la guerra. Roma, en compensación, había permitido que se movieran con cierta libertad en los asuntos de las ciudades griegas del entorno lucano.
Unidos los lucanos a los brutios, comenzaron a hostigar y atacar a algunas de estas ciudades. Los ciudadanos de Turios, agobiados por estos ataques, invocaron el auxilio de Roma frente a los lucanos. El pragmatismo romano hizo que se accediera sin demora a la petición de Turios, puesto que ya Roma no tenía necesidad de la asistencia de Lucania. Estos, sintiéndose traicionados por Roma, comienzan a negociar con la facción de oposición a Roma de Tarento y con los samnitas.
En el año 282 a.C., el cónsul C. Fabricio Luscino derrotó a los lucanos en una sangrienta batalla e hizo prisionero a su general Estatilio. Las pequeñas colonias dorias se pusieron, agradecidas, en las manos de Roma y ésta ocupó las plazas más importantes: Locros, Crotona, Turios y, sobre todo, Rhegium. Pero posteriormente, la armada romana, a su paso desde el mar Tirreno al golfo Adriático, ancló diez naves en el puerto de Tarento. Es prácticamente seguro -por el desarrollo de los acontecimientos inmediatos- que la actitud de Roma no era hostil. Roma mantenía un tratado de paz con Tarento. Aunque tal vez a resultas de la política demagógica mantenida por la facción anti-romana de la ciudad, la respuesta de Tarento fue el hundimiento de cinco de estas naves y la muerte de gran parte de la tripulación.
Roma tenía gran interés en mantener la paz con Tarento y el Senado desechó la moción en que se proponía una inmediata declaración de guerra a los tarentinos. Sin duda Roma tenía buen cuidado en evitar que Tarento llamase a Pirro, rey de Epiro, pues los proyectos de éste sobre Italia no debían de ser un secreto para nadie. No obstante las tentativas de paz por parte de Roma, Tarento hizo venir a Pirro en el 280 a.C. Éste, además de los 25.000 soldados del ejército que trajo de Grecia, contaba con las tropas limitadas de Tarento y su estrategia buscaba engrosar sus filas con los samnitas y otros pueblos itálicos hostiles a Roma. Ésta, por su parte, toma inmediatamente medidas para impedir que los lucanos y samnitas pudieran reunirse con Pirro. No obstante, no pudieron impedir la sublevación de Rhegium, que atacó a su vez a Crotona -donde la guarnición romana fue masacrada- y a Caulonia.
El primer enfrentamiento del ejército romano con el mundo griego, encarnado en Pirro, se produjo cerca de la colonia tarentina de Heraclea en el 280 a.C. El resultado se tradujo en una victoria para Pirro, si bien las pérdidas en ambos bandos fueron enormes. Pero mientras Roma podía reemplazar fácilmente estos soldados, a Pirro le resultaba mucho más costoso suplir las bajas de los cuadros de sus milicias. No obstante, la victoria de Heraclea decidió definitivamente a los abrucios, lucanos y samnitas a apoyar al rey Pirro. Este propuso la paz a los romanos que, según las fuentes, fue rechazada por los senadores, alentados fervorosamente por Apio Claudio el Ciego, ya muy anciano y retirado de la escena política pero resueltamente partidario de la guerra.
La segunda batalla se libró en la Apulia, concretamente cerca de Ausculum. En el ejército de Pirro se incluían, además de los epirotas, los mercenarios griegos e itálicos y los tarentinos, también los lucanos, abrucios y samnitas. De nuevo la victoria se decidió a favor de Pirro y de nuevo fue una victoria parcial y no definitiva. Sólo una victoria que impidiese la constante formación de nuevos ejércitos romanos hubiese logrado transformar en abierta insurrección las vacilaciones de gran número de aliados de Roma.